El obispo lamenta que la corrupción esté en todo. La Opinión de Tenerife. 10.09.2015

Bernardo Álvarez señala en las fiestas del Cristo que "lo que tiene que inquietarnos es que si trampeamos estamos cometiendo una injusticia que va contra la ley de Dios y el amor al prójimo"

Un momento de la ceremonia de descendimiento y besapié del Cristo con el obispo y el rector del Santuario, entre otros miembros de la Esclavitud.

El obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez, afirmó ayer, durante su homilía en la ceremonia del descendimiento y besapié por las fiestas del Cristo, que a pesar de que cada día asombra más la corrupción que existe, "la que aparece en los periódicos es solo la de los políticos, mientras que la corrupción está metida en el corazón de todos nosotros". "Todos trampeamos y parece que lo que nos preocupa es que se sepa", añadió.

En este sentido, el prelado manifestó que lo que tiene que preocupar a las personas sobre dicho acto es que "eso es una injusticia, va contra la ley de Dios y el amor al prójimo". Por ello, Álvarez animó a todos los fieles que acudieron ayer al Santuario del Cristo a que aprovecharan estos días de fiestas para confesarse y pedir perdón.

Además de la corrupción, el obispo aludió a "las heridas tan grandes del mundo" porque "no hay peor mal para una persona que no saber que estaba enferma". Esta frase venía en relación a los comentarios en las redes sociales de personas que señalaban que no debían perdonarlas por abortar, al ser un derecho.

En el acto de ayer estuvieron presentes diferentes autoridades políticas, encabezadas por el alcalde de La Laguna, José Alberto Díaz; así como el rector del Santuario, Carlos Quintero González; el esclavo mayor del Cristo, Jorge Melón; entre otros. Tras la homilía, el obispo bendijo las medallas que, posteriormente, impuso a los nuevos esclavos. Los nueve miembros que forman parte desde ayer de la Esclavitud del Cristo son: José Airam Fariña, Juan Nicolás García, Guillermo González, Jacobo Luis González, Santiago Juan López, Pablo Díaz, Agustín Pérez, Ruimán Ferrera Hernández y Alejandro Molina.

A punto de cumplirse las 12:30 horas, se apagaron las luces de la iglesia y el repique de las campanas y los fuegos anunciaron que llegaba el momento más emotivo de la mañana: el descendimiento del Cristo para proceder al besapié.

La devoción por el Cristo de La Laguna es tan amplia que cruza las fronteras del municipio y se extiende por toda la Isla. De ahí que, desde bien temprano, los fieles comenzaran a llegar hasta el Santuario para coger sitio para ver la ceremonia.

María del Carmen y María Soledad Hernández González son dos hermanas que actuaron ayer en la procesión con la coral polifónica del Círculo de la Amistad XII de Enero. "Este año hacemos 31 años actuando en esta celebración y es muy emocionante porque el Cristo, además, es muy milagroso", aseguraron. "Es un acto único porque el momento en el que se apaga la luz para proceder al descendimiento es muy bonito", afirmaron justo antes de que comenzase la misa.

Para Rita Rodríguez Hernández, como buena lagunera, la devoción que siente por el Cristo es muy grande. "Él me acompaña todos los días y yo vengo todos los viernes a verle", confesó, a la vez que aclaró que piensa en el Cristo "para lo bueno y para lo malo" porque "lo único que siempre le pido es salud". Rodríguez remarcó que la fiesta del Cristo es la más grande para los laguneros porque se vive desde pequeño. "Es una tradición que pasa de padre a hijos", resaltó mientras hacía cola para el besapié. "Este momento es muy emotivo porque al tenerle tanta fe, me da paz", matizó.

Por su parte, Pilar Sánchez y Mary Sol Hernández, miembros del Coro del Cristo Amigos de Fe, recordaron que estas fiestas son muy importante para los laguneros porque "hasta los que no son católicos, son devotos del Cristo", aunque, antiguamente, se reunía muchísima más gente. Por la tarde, la imagen del Cristo salió en procesión hasta la Catedral, donde comenzó el quinario.

La Esclavitud del Cristo expulsará a los que no paguen el euro mensual de cuota La Opinión de Tenerife. 20.12.2015 

Solo un tercio de sus 1.100 miembros están al día

Dos tercios de los miembros de la Esclavitud del Cristo de La Laguna son morosos. Este problema lastra desde hace años a esta organización religiosa, la más numerosa, con 1.100 miembros censados, y una de las más antiguas del municipio. Para intentar solventarlo, la última asamblea, celebrada el pasado domingo, ha aprobado inicialmente el primer reglamento interno de la hermandad, en el que se establece que quienes no paguen el euro mensual que cuesta la cuota serán expulsados.

El esclavo mayor del Cristo, Jorge Melón, lamenta haber llegado a un punto en el que "no paga casi nadie" y considera que "esta situación no se puede mantener porque esa gente genera unos gastos de correos, al tener que enviarles todos los comunicados, que al final tenemos que asumir utilizando los donativos que recibimos o los beneficios de la tienda".

Según el borrador del reglamento, que ha sido remitido al Obispado de Tenerife para que dé su consentimiento y luego deberá ser ratificado definitivamente por la asamblea, los esclavos perderán su condición cuando "dejen de satisfacer las cuotas anuales reglamentarias en un número mínimo de tres, incluyendo las derramas que se hayan aprobado en Junta General". No obstante, también se establece que cuando un esclavo tenga problemas económicos que no le permitan afrontar este gasto deberá comunicarselo al tesorero, "que si estima justificada la causa alegada, y con el visto bueno del Esclavo Mayor, podrá dispensarlo del pago de cuotas".

Jorge Melón considera que esta medida servirá también para actualizar el censo de esclavos. "Tenemos 1.100 contabilizados pero en activo hay muchos menos. Seguro que hay algunos que ya fallecieron y otros que se mudaron, que ni siquiera están recibiendo nuestras cartas", lamenta. Un 80% de los esclavos laguneros residen en Tenerife. El 20% restante se reparte entre las otras islas del Archipiélago y la Península.

El reglamento apunta que solo podrán ingresar a esta hermandad "caballeros" y establece un conjunto de obligaciones para sus miembros, entre las que destaca la de "guardar silencio respecto de las cuestiones internas de la Esclavitud". Entre los derechos, se enumera que los esclavos pueden participar de todos los actos de culto, utilizar siempre que quieran la insignia-medalla, aunque para llevarla puesta deben lucir traje, corbata, guantes y calcetines negros y camisa blanca. También tendrán derecho a que se enciendan seis cirios ante la venerada imagen del Cristo y al sufragio de una misa en su santuario por su fallecimiento.

El documento aprobado inicialmente por la asamblea también establece un conjunto de sanciones para quienes no cumplan con las normas de la Esclavitud. Están organizadas en tres categorías: leves, graves y muy graves. Las primeras se refieren al incumplimiento de alguna norma. Las graves tienen que ver con proferir injurias o calumnias públicamente sobre culquier esclavo, maltratar o romper algún bien o desobecer las normas de comportamiento en las procesiones. Las faltas muy graves son las de abuso de la autoridad, violación de secretos, el hurto de fondos de la Esclavitud y la conducta pública habitual contraria a la moral cristiana. Las sanciones van desde la privación de participar en las procesiones de Semana Santa a la suspensión de seis meses a cinco años o la expulsión. Melón asevera que la redacción del reglamento fue recomendada por la Junta de Hermandades y Cofradías (JHC) y la Esclavitud es una de las últimas de La Laguna en aprobar el suyo.