1. Prefacio

Una vez que el celebrante concluyó la oración sobre las ofrendas, inicia la Plegaria Eucarística con el Prefacio, en el cual se expresa especialmente la acción de gracias. En nombre de todo el pueblo, el sacerdote glorifica a Dios Padre y le da gracias por toda la obra de la salvación o por un aspecto particular de ella referente a la fiesta del día o al tiempo litúrgico (IGMR 79).

Si hay concelebrantes, en ese momento se acercan al altar. Si hay muchos concelebrantes, únicamente se acercan dos, o cuatro si se va a emplear el Canon Romano. Los demás pueden permanecer en los lugares en donde se encontraban.

Los concelebrantes se colocan a los lados del celebrante principal, procurando dejar un espacio para que el diácono pueda acercarse a cumplir sus funciones (IGMR 215). Los diáconos permanecen un poco detrás del celebrante principal, en señal de que no están celebrando la Misa (IGMR 215).  

Si celebra un obispo, en ese momento deja el solideo. Se lo retira uno de los diáconos, quien lo entrega al ministro de la mitra (CE 153). En el caso de la liturgia papal, lo retira el segundo ceremoniero.

Si hay obispos concelebrantes, antes de acercarse al altar se quitan el solideo y lo dejan en sus asientos. Los obispos concelebrantes que no se acerquen, igualmente dejan el solideo en sus asientos en ese momento.

Cuando llegan los concelebrantes al altar, los acólitos deben de entregarles tarjetas o libritos con el texto de la Plegaria Eucarística, salvo que ya las lleven ellos.

El celebrante principal extiende las manos y canta o dice “El Señor esté con ustedes (vosotros)” y el pueblo responde “Y con tu espíritu”. Luego, el sacerdote eleva un poco los brazos y dice: “Levantemos el corazón”, a lo que responde el pueblo “Lo tenemos levantado hacia el Señor”. Luego, con las manos extendidas (no las junta, como se hacía anteriormente) dice “Demos gracias al Señor, nuestro Dios”, y el pueblo responde “Es justo y necesario.” Durante las respuestas del pueblo, el sacerdote permanece con las manos extendidas. Después, el sacerdote, con las manos extendidas, continúa con el Prefacio (IGMR 148).

Al final, el sacerdote junto con los concelebrantes, los diáconos y todo el pueblo, cantan el Santo, que es una manifestación del elemento de aclamación de la Misa, en la que todos se unen a los coros celestiales (IGMR 79 y 148).

En las misas solemnes, mientras se entona el Santo, o desde el inicio del prefacio, pueden colocarse de dos a seis acólitos con cirios encendidos frente al altar. En medio de ello se coloca un acólito con la naveta y un diácono o un acólito con el incensario.

2. Plegaria eucarística: aspectos generales

En el Misal Romano se prevén diversas plegarias eucarísticas, que tienen elementos y gestos distintos. Sólo se pueden utilizar las Plegarias Eucarística que se encuentran en el Misal Romano o aquellas que han sido legítimamente aprobadas por la Sede Apostólica. “No se puede tolerar que algunos sacerdotes se arroguen el derecho de componer plegarias eucarísticas, ni cambiar el texto aprobado por la Iglesia, ni utilizar otros, compuestos por personas privadas.” (Redemptionis Sacremantum 55)

La Plegaria Eucarística sólo puede ser dicha por el sacerdote y los concelebrantes. Ni los diáconos ni los fieles pueden decir ninguna de sus partes, salvo las aclamaciones que prevé el Misal, como la de después de la Consagración o después de la doxología final. “Es un abuso hacer que algunas partes de la Plegaria Eucarística sean pronunciadas por el diácono, por un ministro laico, o bien por uno sólo o por todos los fieles juntos. La Plegaria Eucarística, por lo tanto, debe ser pronunciada en su totalidad, y solamente, por el sacerdote (Redemptionis Sacramentum 52). En los demás momentos los fieles y los diáconos se asocian al sacerdote en la fe por medio del silencio (IGMR 147).

Hay partes de la plegaria que dice únicamente el celebrante principal. Otras las dice alguno de los concelebrantes. Y otras las dicen conjuntamente todos los concelebrantes, como las palabras de la Consagración. En este último supuesto, el celebrante principal las dice en voz alta y los concelebrantes en voz baja, para que el pueblo pueda entender bien lo que se dice (IGMR 218)

Como se ha dicho, existen diversas plegarias eucarísticas. Cada una se verá por separado. Sin embargo, hay elementos que son comunes a todas.

a) Epíclesis

En todas las plegarias se hace la epíclesis, es una invocación por la que se implora la fuerza del Espíritu Santo para que los dones ofrecidos se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la Comunión sirva para la salvación de quienes van a participar en ella (IGMR 179).

Un momento antes de la epíclesis, el sacerdote quita la palia del cáliz; si hay un diácono, éste es quien descubre el cáliz (CE 155). Para hacerlo, los manuales aconsejan tomar la palia con la mano derecha, y apoyar la izquierda sobre el pie del cáliz, para evitar que por un descuido pueda tirarse el vaso sagrado. Asimismo, el sacerdote o el diácono destapa el copón en ese momento.

Durante la epíclesis, el celebrante principal extiende las manos sobre las ofrendas. Los concelebrantes, extienden las manos hacia las ofrendas y todos dicen las palabras de la epíclesis (IGMR 222, 227, 230 y 233)

Al iniciar la epíclesis, un acólito puede hacer sonar una campanilla, y un acólito coloca incienso en el turíbulo.

Durante la epíclesis, los diáconos, los acólitos y los fieles se ponen de rodillas. Si en un lugar es costumbre arrodillarse desde que termina el Santo, debe continuarse con esa costumbre (IGMR 43 y 149).

b) Trazo de la cruz sobre ofrendas

En todas las plegarias eucarísticas está previsto que el sacerdote trace el signo de la cruz sobre las ofrendas en algún momento antes de la Consagración. La forma de hacerlo es la siguiente: el sacerdote que está con las manos extendidas, las une. Luego, coloca la izquierda extendida sobre el altar, fuera de los corporales, y con la derecha hace una cruz sobre el cáliz y la patena.

c) Narración de la institución y Consagración

En este momento es cuando que por las palabras y por las acciones de Cristo se lleva a cabo el sacrificio que el mismo Jesús instituyó en la última Cena, cuando ofreció su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino, y los dio a los Apóstoles para que comieran y bebieran, dejándoles el mandato de perpetuar el mismo misterio.

En primer lugar, se lleva a cabo la Consagración del pan. No está prescrito, pero siguiendo la antigua tradición, al decir “el cual, la víspera de su pasión”, el sacerdote puede frotar las yemas de los dedos índices y pulgares sobre los corporales, como signo de reverencia 

El sacerdote toma la hostia e, inclinado, dice las palabras de Cristo. No debe de partir la forma cuando dice “lo partió”. Las acciones que hizo Jesús y que se narran en ese momento, se van desarrollando a lo largo de la Misa: tomó, en el ofertorio; dio gracias en la Plegaria Eucarística; partió en el Rito de la Comunión; y lo dio en la Comunión. Por ello, no debe de partirse la hostia en este momento pues se va contra las normas y la tradición de la Iglesia (Redemptionis Sacramentum 55).

Si hay concelebrantes, éstos extienden su mano derecha hacia el pan y dicen la fórmula de Consagración (IGMR 222, 227, 230 y 233). Después, el sacerdote eleva el Cuerpo de Cristo y lo muestra a todos. El sacerdote y los concelebrantes deben de acompañar la elevación con la vista.

Durante la elevación, un acólito puede hacer sonar una campanilla, conforme a las costumbres locales. En la liturgia papal, se hace sonar tres veces. Asimismo, un diácono o un acólito puede incensar con tres movimientos dobles el Cuerpo de Cristo.

Tras la elevación, el sacerdote deja el Cuerpo de Cristo en la patena y hace una genuflexión. Para hacerla, coloca las manos dentro de los corporales e inclina la rodilla derecha. El Misal usa la expresión “adora haciendo genuflexión”. El corazón, por tanto, debe acompañar el gesto. Si hay concelebrantes, no hacen genuflexión, sino que hacen una inclinación profunda (IGMR 222, 227, 230 y 233).

Los fieles que por razón de salud u otra causa razonable no estén arrodillados, deben hacer una inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión (IGMR 43).

Luego, el sacerdote puede frotar los dedos índices y pulgares sobre la patena, por si ha quedado alguna partícula (IGMR 278). Después, toma el cáliz e, inclinándose, dice las palabras de la Consagración. Si hay concelebrantes, éstos extienden su mano derecha hacia el pan y dicen la fórmula de Consagración (IGMR 222, 227, 230 y 233). Tras ésta, el sacerdote eleva el cáliz y lo muestra a todos. El sacerdote y los concelebrantes acompañan la elevación con la mirada.

Al igual que en la primera consagración, durante la elevación del cáliz, un acólito puede hacer sonar una campanilla y un diácono o un acólito puede incensar con tres movimientos dobles la Sangre de Cristo.

Tras la elevación, el sacerdote deja el cáliz sobre el corporal y luego, hace una genuflexión, colocando las manos dentro del corporal. Si hay concelebrantes, no hacen la genuflexión, sino que hacen una inclinación profunda (IGMR 222, 227, 230 y 233).

Los fieles que por razón de salud u otra causa razonable no estén arrodillados, deben hacer una inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión (IGMR 43).

Cuando el sacerdote se levanta cubre el cáliz con la palia y tapa el copón; pero si hay un diácono, es él quien lo cubre (CE 155). Para cubrir el cáliz, es aconsejable colocar la mano izquierda sobre la base del cáliz.

Luego, el sacerdote dice: “Misterio de la fe”, que es la invocación más tradicional, o alguna de las otras que prevé el misal. A esto responden todos con una de las aclamaciones previstas en el misal.

En este momento, todos los que se arrodillaron se ponen de pie, salvo que la costumbre local sea permanecer de rodillas hasta el final de la Plegaria.

d) Intercesiones

Con las intercesiones de la Plegaria Eucarística se expresa que la Misa se celebra en comunión con toda la Iglesia, tanto con la del cielo, como con la de la tierra; y que la oblación se ofrece por ella misma y por todos sus miembros, vivos y difuntos, llamados a participar de la redención y de la salvación adquiridas por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Una de las intercesiones es por el papa. Hay que mencionar su nombre. Se dice únicamente el nombre que eligió y no el número de pontífice que ha usado el nombre. Por ejemplo: “con tu servidor el papa Benedicto”, o “con tu servidor el papa Juan Pablo”.

Cuando el papa celebra, dice: “conmigo, indigno siervo tuyo, que has puesto a la cabeza de tu Iglesia”

Durante la Sede Vacante se omite la mención al papa. No se hace referencia al pontífice difunto, por ejemplo. Si se quiere pedir por él, se hace en la conmemoración de los difuntos.

Otra de las intercesiones es por el obispo de la diócesis en donde se celebra (IGMR 149). Se menciona su nombre no desde que se anuncia su nombramiento, sino desde que toma posesión de su diócesis (CE 1147 y CIC 382). Se deja de mencionar su nombre cuando se haga público que su renuncia ha sido aceptada por el papa o cuando ha muerto (CIC 416). En este caso, se omite esta frase y se continúa con “al orden episcopal…” tras la mención al papa, por ejemplo. Se omite hasta que el nuevo obispo haya tomado posesión de la diócesis.

Si un obispo es trasladado a otra diócesis, se sigue nombrando hasta el día en que tome posesión de la nueva diócesis (CIC 418). A partir de ese día se omite su nombre hasta que el nuevo obispo tome posesión.

Su alguien por derecho se equipara al obispo, se le menciona tras el papa, como si fuera el obispo. Por ejemplo, “con tu servidor el Papa N. y con nuestro Vicario (Prelado, Prefecto, Abad)” (IGMR 149)

Este es el caso de un administrador apostólico  (el nombrado por el papa, distinto al administrador diocesano, que es nombrado por el consejo de consultores ) cuando en una dióceis hay sede vacante por la muerte o renuncia de su obispo. Hay que señalar, no obstante, que el administrador apostólico sólo se normbra si es obispo (Decreto de la Congregación para el Culto Divino De nomine Episcopi in prece eucaristica proferendo, de 9 de octubre de 1972)

En las diócesis en que hay un obispo coadjutor y/o un obispo auxiliar, se pueden mencionar después del ordinario. Por ejemplo, “y nuestro obispo Juan y su auxiliar (o coadjutor) Ambrosio…”. Pero si son varios obispos auxiliares, no se menciona a todos, sino que se emplea una fórmula que los agrupa a todos: “y sus obispos auxiliares”. Por ejemplo, “y nuestro obispo Carlos y sus obispos auxiliares”.

Si un obispo que no es el diocesano está presente en la Misa, no se le menciona.

Cuando se celebra la Misa en Roma, como el papa es el Obispo de esa diócesis, se omite la mención al obispo. Sin embargo, o puede hacerse referencia al Cardenal Vicario de la diócesis de la forma en la que se hace con los auxiliares.

Si el sacerdote celebrante es el obispo de la diócesis, en las plegarias, después de las palabras “con tu servidor el Papa N.”, agrega “conmigo, indigno siervo tuyo”.

Si celebra un obispo que no es el ordinario del lugar, después de las palabras “con nuestro Papa N.”, agrega: “conmigo, indigno siervo tuyo, con mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.”

Si el papa celebra fuera de Roma y le corresponde decir esta parte de la Plegaria dice “conmigo, indigno siervo tuyo, que has puesto a la cabeza de tu Iglesia, y con mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.,”

Cuando el papa celebra fuera de Roma y al obispo de la diócesis le corresponde decir esa parte, dice: “con el Papa N, conmigo indigno siervo tuyo…”. Si el papa celebra y esa parte le corresponde a un obispo que no es el de esa diócesis dice: “con el Papa N, con mi hermano, N, obispo de esta Iglesia de N., conmigo indigno siervo tuyo…”

e) Doxología final

Todas las plegarias eucarísticas concluyen con una doxología, con la que se expresa la glorificación de Dios, que es afirmada y concluida con la aclamación Amén del pueblo.

El sacerdote toma la patena con la Hostia con la mano izquierda y el cáliz con la derecha, y los eleva simultáneamente y pronuncia él solo la doxología: Por Cristo, con Él y en Él (IGMR 151). Si hay un diácono, éste se para a su derecha y toma el cáliz, mientras que el sacerdote toma la patena y dice la doxología (IGMR 180). Si no hay diácono, pero hay un concelebrante, éste es quien toma el cáliz y lo eleva. Se suele aconsejar que la patena esté a la misma altura, aproximadamente, que el borde superior de la copa del cáliz. Esto no es una norma, sino algo que mencionan algunos manuales.

Al final todos dicen o cantan Amén. En las Misas solemnes, se canta tres veces el Amén.

Una vez que el pueblo respondió, el sacerdote (y el diácono o concelebrante), coloca la patena y el cáliz sobre el corporal (IGMR 151 y 180).