Rescatada "El Cristo de La Laguna" en edición fascimil.

El Ayuntamiento de La Laguna en en el año 1995 publicó una edición fascimil de la obra "El Cristo de La Laguna", libreto de una de las primeras zarzuelas de ambiente local, cuyaletra escribieron Rafael Vilela y Montesoro, Fernando Suárez y G. Corvo, con música de Ricardo Sandra y Braulio González.

La obra, cuya música se ha perdido, fue representada el 27 de agosto de 1902 en el Teatro Viana, que estrenaba a la sazón iluminación eléctrica. Desarrollada en el último tercio del siglo XIX, la acción tiene lugar en La Laguna y sus alrededores.

Prologada por Mateo Afonso del Castillo, la edición brinda reseñas periódicas de la época, además de dos dedicatorias de Rafael Vilela a Gaspar Rodrígo y al general Valeriano Weyler.

EL CRISTO DE LA LAGUNA

Artículo del periódico “La Opinión” Diario de la mañana de 27 de agosto de 1902 en el cual tenemos la cronica de como fue la primera representación de la Zarzuela “El Cristo de La Laguna” y que dice así:

La noche del miércoles 27 de Agosto formará época en los fastos teatralos de la vecina Ciudad. Habíase anunciado por la compañía que dirige D. Pablo López, el estreno de la zarzuela en tres actos de mi particular amigo don Rafael Vuela y Montesoro, con verso de Emilio Saavedra y música del maestro Sendra, titulada El Cristo de la Laguna y tanto por la miajita de curiosidad innata en todo hijo de vecino, como por tratarse del célebre Cristo que venera la Ciudad de la Laguna, con ansiedad grande era esperado el momento de su audición.

Magnífico y sorprendente era, en verdad, el golpe de vista que presentaba el lindo teatrito Viana, en el que recientemente ha instalado su dueño D. Francisco Padilla, el alumbrado eléctrico é introducido otras notables mejoras. Un gentío inmenso agolpábase desde las pritneras horas de la noche á las puertas del edificio y ocupado éste con verdadero reboso, era sin duda alguna, mágico y encantador el cuadro en el que, como principales figuras, lucían nuestras bellas paisanas los encantos naturales, de su hermosura y lozanía.

El Cristo de la Laguna tiene sabor muy puro, regional, y plácemes mil merece mi amigo Vilela, que con tanto acierto ha sabido hermanar la idea socialista con la fé que inspira nuestra consoladora religión. En la obra atácanse duramente las preocupaciones de raza; en parlamentos bellísimos

pulverízanse los añejos pergaminos y cántanse los más hermosos himnos á la virtud y al amor santificado y puesto á rudas pruebas por los ataques solapados de la soberbia del noble. Los cuadros de la obra están perfectamente cortados y nuestras escenas campestres tienen descripción completa y acabada y suponen un estudio y espíritu de observación grandes, que honran al autor y ponen de relieve sus no comunes condiciones para el difícil arte dramático.

El marqués de las Mercedes encarna de un modo admirable en nuestros antiguos nobles, con todas las preocupaciones de raza y su hijo Ricardo (protagonista de la obra) marca el límite de un siglo preñado de opresión y vejámenes y señala el principio de una nueva vida consagrada al trabajo y libre de cuantas prerrogativas iba acumulando la caduca aristocracia para su egoísta bienestar material.

D. Miguel es el tipo fiel del honrado administrador que nace, vive y muere acatando reverentemente, primero á su Dios y después al noble de abultados pergaminos.

Su esposa Dª María sintetiza la madre cristiana, toda amor filial y resignación grande en la adversidad.

Julia hija de los anteriores, es la joven pura de acrisolada virtud, como la mujer canaria, que á los golpes crueles del infortunio antepone su fé en el Cristo del Gólgota y sobrelleva con verdadera abnegación los reveses de la veleidosa fortuna.

Y el Sr. Calisto, genuino representante del mago de nuestros campos, de honradez á carta cabal, vislumbra en su tosca inteligencia otro nuevo mundo de mas justicia y caridad y en armonía con los sacrosantos preceptos del Divino maestro.

La ejecución, si he de ser franco, diré que dejó mucho que desear. La precipitación en poner en escena una obra, origina con demasiada frecuencia el lastimoso espectáculo de ver titubear á los actores en sus respectivos papeles.

A pesar de ello y de ser general el mal, haré especial mención de Estrella López y el Sr. Ristorini. Uno y otro trataron de cumplir como saben hacerlo, y la primera en las clásicas folias y el segundo en la romanza del 2º acto, oyeron con justicia muchos y merecidos aplausos.

Pablo López nos hizo un Sr. Calisto detestable. Parecíanos oir no al mago canario, sino al guagiro de los campos de Cuba, de la caña y el cafó.

Termino, enviando, mi enhorabuena más entusiasta al amigo Vilela y haciendo votos porque su pluma no permanezca inactiva y se duerma en los laureles y tengamos pronto el gusto de oir otra nueva producción, que ánimos y alientos tiene muchos para ello.

ROMA.