2º DOMINGO DE CUARESMA

Tanto en  la lectura de la carta a los Romanos  como en el Evangelio, Jesús aparece en un primerísimo plano indiscutible. Recordar esa centralidad de Jesús puede parecer algo ya sabido y conocido desde un punto de vista teórico. La cosa no resulta tan clara, y por tanto necesaria, si atendemos al modo como muchos vivimos nuestra fe. El centro de nuestra fe no son creencias ni ideas, sino la persona de Jesús; y la luz que debe iluminar nuestro actuar  no es otra que el modo de actuar de Jesús, cuyas actitudes y sentimientos debemos desear que vayan siendo los nuestros. ¿Cuánto tiempo dedicamos a contemplar ese rostro “que resplandece como el sol” y que ilumina el conjunto de nuestra vida? ¿Se puede ser de verdad “cristian@” sin hacerlo? ¿Cómo es nuestra oración? ¿No es a veces más bien una mirada sobre nosotros mismos y nuestros problemas, o en todo caso un desahogo de nuestras angustias más que mirada y escucha de Jesús, el Verbo, la Palabra, en la que Dios mismo nos habla? Solo saliendo de “nuestra tierra”, es decir, dejando de mirarnos a nosotros mismos y mirándole a Él, recibiremos la bendición de Dios y su luz resplandecerá a través de nosotros. ¡Es todo un reto que vale la pena, porque es la fuente de la verdadera alegría y felicidad! Te lo deseo con todo el corazón.

Segundo Domingo de Cuaresma –B-.28-2-21

Marcos 9, 2-10.

PRESENTACIÓN Y COMENTARIOS DE ASUN GUTIÉRREZ

2 Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, los llevó a solas a un monte alto y se transfiguró ante ellos. 3 Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero del mundo podría blanquearlos. 4 Se les aparecieron también Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.

 

Jesús los lleva a un monte, lugar clásico de una revelación importante.

Ellos le acompañan sin saber muy bien dónde van ni para qué.

Jesús nos invita al Tabor, a una experiencia gozosa de Dios, a subir con él a la montaña, a contemplar sin dormirnos la manifestación del Padre.

Subir a la montaña, símbolo de lo inmenso y majestuoso, supone elevación, retiro, anhelo de limpieza y belleza, silencio gratificante, oración, paz, esfuerzo, tensión y superación en el ascenso, lucha contra la comodidad, mirada a la cima...

Siempre más.

 

5 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: –Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 6 Estaban tan asustados que no sabía lo que decía.

 

La visión termina pronto y deja a los discípulos frente a la realidad cotidiana.

A los discípulos no se les pide que queden obnubilados contemplando algo inaudito, sino que sigan el camino emprendido hacia Jerusalén.

Enseñanza válida para los cristianos de todos los tiempos.

El Tabor es un punto de partida, no un lugar para instalarse.

Las experiencias espirituales luminosas no son para separarnos de la realidad sino para darnos luz y fuerza para vivir en toda su profundidad el mensaje, la recomendación, el camino y la causa de Jesús.

 

5 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: –Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 6 Estaban tan asustados que no sabía lo que decía.

 

Jesús nos invita a no instalarnos en nuestras pequeñas tiendas de insolidaridad, egoísmo, incoherencia, comodidad, rutina… Nos anima a bajar de las nubes e implicarnos en la realidad de la vida cotidiana, a seguir viviendo y anunciando la Buena Noticia con rostro alegre y “transfigurado”.

No es posible detenerse en el camino de seguimiento de Jesús.

Hay que continuar caminando. Seguimos a Jesús. Él nos precede y acompaña.

¿Qué transfiguración de la realidad aporto?

¿Qué luz desprende mi encuentro con el Dios de Jesús?

 

7 Vino entonces una nube que los cubrió y se oyó una voz desde la nube: –Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.

 

“Nube” para los pueblos del desierto significa sombra, lluvia, vida, alegría, bendición... Siempre está relacionada con la proximidad de Dios, luminoso, envolvente, maternal.

Ahora el Padre no habla sólo a Jesús: “Tú eres mi hijo”.

Se dirige a tod@s nosotr@s: “Éste es mi Hijo”.

Es nuestra misión contemplar a Jesús y escucharlo, aprender su estilo y su Evangelio, vivirlo y comunicarlo.

¿Escucho a l@s demás?

¿Escucho a Jesús en cada persona y en los acontecimientos de cada día?

¿Me siento hij@ amad@ en todas las circunstancias de mi vida?

 

8 De pronto, cuando miraron alrededor, vieron sólo a Jesús con ellos.

 

De mi confianza en Jesús viene mi fe en su Dios.  De ninguna otra fuente.
                                                                                                                  José Enrique Ruiz de Galarreta

 

La Ley –Moisés- y los Profetas –Elías- han desaparecido. Sólo queda Jesús, su Voz, su Palabra, su Persona.

Jesús siempre está cerca. El encuentro con Él nos transfigura.

No siempre es fácil asumir y aceptar que “sólo Jesús basta”.

Puede resultar más cómodo y más fácil sustituirle por otras personas, por la ley, el templo, el culto, las imágenes, l@s sant@s, por quienes se consideran representantes de Dios…

Lo fundamental es que sea Jesús, sólo Jesús, la luz y el motor de nuestra vida.

No ver ni oír más que a Él. El es el único al que debemos ver, oír, seguir y escuchar.

 

9 Al bajar del monte, les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos.


Jesús no quiere que se divulgue su mesianismo hasta que estén los ánimos preparados. El atisbo de la gloria pascual anticipada sólo se podrá entender y anunciar desde la Pascua.

Seguimos los pasos de Jesús con la plena esperanza de que ya estamos recorriendo el camino hacia la Luz y la Vida, mientras tratamos de aliviar las cruces de las personas y del mundo y las de cada un@ de nosotr@s. Sabemos que el camino con su alegría y sufrimiento, salud y enfermedad, amor, amistad y soledad, éxitos y fracasos, luz y oscuridad… tiene como meta la alegría de la Pascua.

Todo conduce a la Vida.

 

10 Ellos guardaron el secreto, pero discutían entre sí sobre lo que significaría aquello de resucitar de entre los muertos.

 

Al comenzar el camino de la cruz, ya nos propone el destino último de ese camino: su gloria y la nuestra.

Con Jesús y por Jesús, la vida y la muerte tienen sentido: conducen a la resurrección, a la vida plena. El Calvario no es el final. La luz vence siempre a las tinieblas.

A tod@s nos regala, en nuestro camino, momentos de transfiguración, de plenitud y de luz,.

Momentos que nos ayudan a fortalecer la fe, a activar la esperanza, a reavivar el amor, a disipar dudas, a no caer en la rutina y el desánimo, a descubrir la solidaridad.

¿Siento que camino hacia la plena liberación?

 

Resplandece en mÍ

Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia allí donde vaya.
Resplandece a través de mí y sé en mí,
para que todas las almas que me rocen
sientan tu presencia en mi alma.

Deja que alcen la mirada y ya no me vean a mí, sino a ti, Señor.
Quédate conmigo y empezaré a brillar como Tú brillas,
con un brillo que iluminará a los demás.
Y esa luz, Señor, saldrá de ti, no será mía:
serás Tú, iluminando a los demás a través de mí.(...)

Deja que predique sin predicar,
no a través de la palabra, sino de mi ejemplo,

de una fuerza arrebatadora,

la influencia de la compasión en lo que hago,
la patente plenitud que el amor
de mi corazón te profesa.

 

J.H.Newman