Participaron en la guerra de Africa 

■ Los soldados se despidieron en 1921 del Cristo de La Laguna y regresaron todos salvos 

Los artilleros de la batería de Montaña del cuartel de San Francisco jugaron un papel muy importante en la guerra de Africa, siendo recordados con frecuencia en los círculos militares y sociales de Aguere.

El diario republicano «El Progreso» los despidió con un largo texto, del que cabe destacar lo siguiente: «Acordaos siempre que sois descendientes de aquellos artilleros que encendieron un día la mecha del cañón que le arrancó el brazo a Nelson. Colocaos junto a las cureñas de los cañones de vuestra batería, levantad la frente, que os la bese la luz de los cielos de nuestra tierra, apercibid las armas, clavad los ojos en la bendita enseña de la patria y marchad, a los campos marroquíes, a paso de victoria».

El periódico también alentó a los ciudadanos a que despidieran a los artilleros, por entender que la presencia era un gran regalo, y aconsejó a las mujeres a que también acudieran luciendo las mejores galas y mucha alegría, para que «la visión risueña que dejáis en las almas de los soldados que se van sea, allá, en los campos de batalla, un pedacito del cielo de la patria ausente bien amada».

La batería de Montaña marchó en septiembre de 1921 a Larache en el vapor «Capitán Segarra», pero antes se despidió en emotivo acto del Cristo de La Laguna lo cual refleja en su libro sobre la referida y venerada imagen Buenaventura Bonnet: «La sagrada efigie salió a la plaza para despedir a nuestros soldados ya formados. Momento solemne y conmovedor el de aquella madrugada inolvidable, en que a todos pareció que el Cristo los bendecía y tomaba bajo su amparo, como en las viejas leyendas. Partieron los soldados, lucharon en tierras africanas por el honor y la gloria de España en diecisiete combates, todos regresaron salvos; ni uno siquiera faltó cuando, en otra mañana de paz y de fe, se presentaron victoriosos ante la imagen del Crucificado».

 De la plaza de San Francisco, los artilleros marcharon al puerto santacrucero. Primero se procedió al embarque del material y luego al del ganado, haciéndolo los artilleros cuando lo dispuso el jefe de la expedición.

Las autoridades se encargaron de que, durante las dos horas antes del embarque, no circulara ninguna clase de vehículo por el muelle para el buen discurrir de las tropas.

 

El alcalde de Santa Cruz, señor Mandillo, recibió una carta para que invitara a los comercios a cerrar tres horas antes al embarque. Y para mejor lucimiento de la despedida de los artilleros, se pidió que «salgan empavesados todos los remolcadores y falúas disponibles, hasta enfrente de la boya, o más allá, a despedir al barco que conduce a la tropa».

El día antes, las tropas expedicionarias fueron obsequiadas con un banquete que les ofreció el Cabildo Insular y el Ayuntamiento de La Laguna, el cual fue servido en la plaza del Adelantado por distinguidas señoritas de la sociedad de Aguere.

Una comisión de las autoridades provinciales, Ayuntamiento, Club Tinerfeño, Casino y Cabildo Insular invitó a los artilleros a un almuerzo en las terrazas del indicado club, que fue servido también por jóvenes señoritas de familias destacadas de la ciudad.

Los jefes y oficiales de la expedición fueron obsequiados con un champagne de honor.

Estos actos fueron patrocinados por la junta patriótica, que presidía el capitán del distrito.

Después de la comida, fueron distribuidos entre los soldados y clases de tropa los cigarros que donaron las señoras del comité provincial de la Cruz Roja.

Una comisión del gremio de carreros de Santa Cruz obsequió a la batería de Montaña con 118 pesetas, producto de la suscripción llevada a cabo.

También hubo tiempo para el humor. Nijota, con versos pícaros, escribió una imaginaria carta en la que una esposa dice a su artillero: «Y estoy celosa, si empiezas/las moras a conquis-tar,/no te vayas a enredar/con ninguna Paca de esas».