Por más que algo trasnochada resulte ya hacer una reseña de los festejos que en "honor del Santísimo Cristo de la Laguna han tenido efecto en esta Ciudad en los días 12, 13 y 14 del mes actual, como quiera que así lo ofrecimos á nuestros lectores, y lo ofrecido es deuda, daremos hoy cuenta de los principales números de que se componía el programa de aquellos.

Después que se dio comienzo al decorado de la plaza de San Francisco y calles de los Alamos y San Agustín que con entusiasmo llevaron á cabo las comisiones respectivas, podemos decir que estuvimos en plenas fiestas; pues era grande la animación que reinaba en los citados sitios con motivo de la concurrencia de gentes que á todas horas vagaba por ellos, presenciando los trabajos preliminares á los suntuosos festejos que pronto iban á realizarse.

Satisfecho y complacido quedó el numeroso concurso que presenció la lucha verificada el día 12, y después del solemne acto del Descendimiento, en las inmediaciones del Tanque grande. Este juego genuinamente canario, ha vuelto á renacer con el mismo entusiasmo que alcanzara en épocas no muy lejanas, como pudo notarse en la lucha que nos ocupa, donde pudimos admirar á muchos de nuestros mejores luchadores que nos recordaron la noble raza aborígenes de estas islas, los guanches, por su poderío y agilidad.

Muchos detractores ha tenido la lucha, que la cafifican de espectáculo brutal; pero sin duda, éstos la confunden con las que se verificaban en los circos griegos y romanos en las que la fuerza era el principal factor y el encono ardía en los ánimos de los combatientes; pero en la nuestra, sin que se prescinda en absoluto, de aquella, predomina la habilidad, demostrada en varias y curiosas suertes que hacen de la lucha un verdadero arte que cautiva al espectador. Esto, á más de la saludable influencia que la ejercido en la juventud de nuestros pueblos, que, para estar siempre en condiciones de medir sus fuerzas en esta clase de combates huía cuidadosamente de entregarse á los vicios y orgías que pudieran hacer fiaquear sus energías.

Por eso es de desear que todos demos impulso atan simpático juego, procurando tenga efecto lo más frecuentemente posible y buscando la manera de estimulara estos modernos gladiadores. Y á este propósito, bueno es recordar que una de las luchas tradicionales entre nosotros es la quer se verificaba el día de S. Miguel en la plaza de Santo Domingo, para que, si el Sr. Alcalde lo cree conveniente, procure que en el presente año se recuerde tan vieja costumbre.

Pasando por alto la pandorga, que recorrió con alegre algarabía las principales calles de la población, la carrera de sortija muy animada y concurrida, en que distinguidos ginetes se disputaban preciosas y bien bordadas cintas, los paseos con música y otros espectáculos, por temor á hacer demasiada larga esta revista, ya por si sola cansada y fuera de tiempo, y haciendo también caso omiso del notable concierto musical por. las bandas del Regimiento de Canarias númeio 1, la municipal de la Orotava y La Fe de esta Ciudad, por no creernos competentes para juzgar del mérito de las mismas y del de las difíciles piezas que ejecutaron con aplauso del numeroso auditorio, procuraremos hacer una ligera descripción del acto más solemne y principalísimo de estos festejos.

A las cuatro y media de la tarde del día 14 salió procesionalmente la venerada imagen del Cristo lagunero de su santuario de San Francisco, acompañada del clero parroquial, la Vble. Esclavitud, las tres bandas de música ya citadas y un gentío extraordinario; pero sin ni siquiera una comisión de nuestro popular Ayuntamiento. Después de recorrer las calles de costumbre, y de descansar en los conventos de Santa Clara y Santa Catalina y en la Parroquia matriz de Ntra. Sra. de la Concepción, donde pronunció un discurso el P. López, que si bien fué notable le faltó la oportunidad de ser breve, llegó la procesión, ya completamente de noche,á la calle de S. Agustín.

El aspecto que presentaba esta calle y la de los Alamos, convertidas en espléndidos salones y en cuyo vértice se alzaba, como ígneo palacio, el elegante templete construido en el presente año, no es para descripto. En tanto que la imagen, cruzaba entre una atmósfera de luz y de brillantes colores y entre el recogimiento de una apifiada muchedumbre las mencionadas calles, allá, en la extensa plaza de San Francisco, adornada con oriental magnificencia y llena, en fantástico laberinto, de regueros de luz, en todas direcciones, esperaban millares de personas el solemne instante del Descanso. ¡Qué contraste entre el recogimiento y magestad con que avanzaba la ferviente comitiva que seguía al Redentor y la alegre algabía de la plaza, verdadera y gráfica verbena canaria!

Por sobre el atronante clamoreo que aturdía y agradaba al mismo tiempo, se distinguían los ecos alegres de la jota junto á la melancólica armonía de las folías; el aparrandado cantar de la malagueña contrastando con las chispeantes seguidillas y bulliciosas saltonas; por un lado, en animada rueda se bailaba la isa, mientras que por otro, con música de gritos, el guanchiuesco tajaraste y al son de los organillos se valsaba; pero estalló en los aires el cohete de señal: el Cristo entraba en la plaza y un religioso silencio fué extendiéndose de un extremo al otro, como vui rumor de olas que se apaga en la orilla.

Llegó el Crucificado al centro del luminoso cuadro, descansó en el lujoso pabellón y retumbaron en el espacio tres imponentes cañonazos y parecieron unirse cielo y tierra por millares de cintas de fuego, convertidas luego en copiosa lluvia de estrellas, en tanto que un extenso cuadrado de ruedas de fuegos, girando simultáneamente, con vertiginosa rapidez, formaban como centelleantes arcos iris, y el humo de las bengalas y la pólvora semejaban nubes en cendldas ó espléndidas auroras sembradas de brillantes. Entró el Cristro en su santuario y aún reinaba el silencio: los ánimos quedaron embargados por la impresión de lo sublime y atónitos ante tanta grandeza y magestad.