Es interesante considerar como se manifestó en los espíritus laguneros, la devoción a la imagen de María, Madre de Dios, aparecida en Candelaria, y la del Cristo crucificado.

Que Alonso de Lugo, encargó en Andalucía, y puso en el convento de frayles franciscanos, construido por 1500, que sustituía a la primitiva ermita del campo del Bronco, hecha con barro, paja y ramas de palmera; convento que distinguió con su amada advocación de San Miguel de las Victorias.

La situación espiritual de los tinerfeños, explica que dos religiosos, un dominico y un franciscano, vengan a la isla, y exalten los dos símbolos de la fe cristiana que se veneraban en ella, las imágenes de Nuestra Señora de Candelaria y el Crucificado de La Laguna.

Atractiva correlación. Fray Alonso de Espinosa, tuvo claro su propósito. Conoció en Guatemala, donde residió desde niño, aunque fue nacido en Alcalá de Henares, noticias de una santa imagen, aparecida misteriosamente en la isla, en tiem­pos de los guanches, conservada y respetada por los naturales y de continua devo­ción por sus dominadores. Fray Alonso estaba en La Laguna el año 1582, el famoso de las peste de las landres. Luego, ya en Candelaria, trabajó en lo que le había he­cho venir a Tenerife. Indagó, preguntó a los nativos viejos, que recordaban, aunque eran desconfiados,y dispuso de documentos recientes. Su libro sobre el origen y apa­rición de la santa imagen de Nuestra Señora de Candelaria, lo imprimió en Sevilla José de León, el año 1594. Cumple por lo tanto, este año cuatrocientos de existencia. Quedan pocos, pero aprovechando uno se hicieron ediciones posteriores. Fray Alonso se había propuesto escribir una historia sagrada o piadosa, y le salieron dos, la de la Virgen de Candelaria y la de Tenerife.

Fray Luis de Quirós Ilegó a La Laguna en 1606, como Provincial de los franciscanos, que tenían en las islas varios conventos. Ignoraba la existencia de la magnífica escultura que representaba a Cristo en los últimos trances de su agonía, que un anónimo artista interpretó con sensible y patética realidad. Fray Luis explicó, al comienzo de su libro, su situación: ". . . llegué el mismo año (1606), a doce de sep­tiembre a visitar el convento de S. Miguel de las Victorias, de nuestro P. S. Francisco en la ciudad de La Laguna. Vi que a los catorce del mismo mes que es día de la Exaltación de la Santa Cruz, se juntó mucha gente, a celebrar la fiesta de una imagen de Crucifijo que está en aquel convento".

Feliz casualidad que fray Luis llegara a La Laguna en vísperas de las fiestas del Cristo, que ya se hacían con la especial opulencia y características de la época. Se encontró pues, con la imagen y la firme devoción de los laguneros. Fue testigo de las comitivas de suplicantes, de agradecidos, y de algunos sucesos sobrenaturales. Se en­tusiasmó tal como se había entusiasmado fray Alonso. Pensó: Bueno será escribir con estas noticias un libro.

Así nació el "Breve Sumario de los milagros que el Santo Cristo de San Miguel de las Victorias de la Ciudad de La Laguna de la Isla de Tenerife, ha obrado . . . Impreso en Zaragoza por Juan de Lanafa en 1612." Escrito con especial aten­ción a la imagen, su origen, culto y milagros; también a la labor franciscana en las islas. Dedica a la historia de Tenerife, un corto resumen de dos páginas, pero el conjunto es valiosa clave de conocimientos.

Algo fuerte se metió hondo en las raíces de la formación cristiana de los fray-les. El dominico admira la imagen de María y escribe: " . .tanta gravedad y ma­jestad representa en ellos (los ojos), y en el rostro, que ninguno la mira de hito que no se le ericen los cabellos y encojan los hombros." Cuando fray Luis explica como es el Crucificado, anota: "Ninguno se pondrá a mirarla con respeto y reverencia, que por una parte no le cause grima y espanto, y por otra no se mueva a gran de­vocion. Testigo soy de vista, que mirando diversas veces con atención y devoción a esta santa imagen, se aprieta el corazón, tiemblan los miembros, y se erizan los ca­bellos."

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Entre estos dos testimoniadores de religiosidad e historia, un poeta metido a historiador, Antonio de Viana. Hay que agradecer bastante al descuidado individuo que informó al preguntón fray Alonso, también a éste que lo creyó y, sin más, puso en su libro un comentario accidental, que afectaba a la genealogía honorable de una destacada familia de La Laguna, descendiente de conquistadores: ". .le dio en repartimiento el valle que dicen de Guerra, quepor haber dejado vinculado al tiempo que murió, lo poseen hoy los descendientes de un entenado suyo, hijo de su mujer y de otro marido, porque un sobrino suyo a quien él quería dejar el mayoraz­go, se puso a jugar cañas estando el tío en las últimas y por eso lo desheredó, a petición de su mujer . . ." El consultado por el dominico estaba equivocado. Lope Hernández no murió de aquella, ni el sobrino jugaba las cañas cuando falleció de verdad, y si que lo heredó. Pero lo escrito, escrito queda y lo leyó Juan Guerra y Ayala, legítimo descendiente, que se enfadó muchísimo.

Imposible soportar la falsedad, el infundio denigratorio, que menoscabó la noble ejecutoria de los Guerra. AQuién podría rectificar a fray Alonso? Quizá el mé­dico literato, ese tal de Viana. Del convenio que se estableció entre los dos, por el cual Guerra pagaría la edición del libro, y Viana pondría en claro (en claro y en verso) los hechos, nació el granpoema "Antigüedades de las Islas Afortunadas", que imprimió en Sevilla Bartolome Gómez el año,1604. Valiosísima colección de cantos con unidad temática y ameno contenido. ¿Epico, bucólico, guerrero, amato­rio, imaginativo? Algo de todo, en excelente aportación a lo histórico poético y adi­vinatorio de la identidad insular.

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Tres libros con circunstancias cercanas, impresos entre veinte años 1594 ­1604-1612. Honorable contribución al desarrollo de realidades tinerfeñas, dentro del famoso siglo de oro de la literatura clásica castellana.