1. Oración del Señor

Terminada la doxología final de la Plegaria Eucarística, inicia el rito de la comunión, que busca preparar debidamente a los fieles para recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor.

El rito de la comunión inicia con la Oración del Señor. El sacerdote, con las manos juntas, invita a todos a rezar con alguna de las fórmulas previstas en el Misal.

Luego, junto con el pueblo, dice o canta la Oración del Señor. El sacerdote la dice con las manos extendidas (IGMR 152). Los concelebrantes también extienden las manos (IGMR 237).

El Misal únicamente dice que el sacerdote y los concelebrantes extienden las manos. En ninguna parte indica que lo hagan los fieles. Ni en ese lugar, ni al hablar de los gestos y posturas del pueblo. Tampoco prevé que se tomen de las manos los fieles. Si una Conferencia Episcopal considera que deben de extender las manos, puede solicitarlo a la Santa Sede (IGMR 390). Mientras eso no se haga ni se autorice, como no ha sido, no hay norma que establezca esa postura de los fieles.

Luego, el celebrante principal continúa sólo con el embolismo. Embolismo significa desarrollar la parte final. Por eso, el embolismo del Padrenuestro desarrolla la última petición, pidiendo para toda la comunidad de los fieles, la liberación del poder del mal. Lo dice con las manos extendidas. Puede decirlo o cantarlo.

El embolismo lo concluye el pueblo respondiendo con una doxología: “tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.” Lo pueden decir o cantar.

2. Rito de la paz

A continuación, el sacerdote solo, con las manos extendidas, dice en voz alta la oración “Señor Jesucristo, que dijiste.” Como se dirige a Jesucristo, puede dirigir la mirada hacia la Hostia consagrada.

Al terminar, viendo hacia el pueblo anuncia la paz diciendo: “La paz del Señor esté siempre con ustedes”. Si no celebra viendo hacia el pueblo, debe de girarse para anunciar la paz (IGMR 154).

Luego, el diácono o el sacerdote, si no lo hay diácono añade: “Dense (Daos) fraternalmente la paz” (IGMR 154 y 181). La invitación a darse la paz, y el saludo de la paz, son optativos. Puede omitirlos el sacerdote si lo considera oportuno (Ídem).

El rito de la paz no tiene un sentido de reconciliación ni de perdón de los pecados, sino que más bien significa la paz, la comunión y la caridad, antes de recibir la santísima Eucaristía (IGMR 154 e Instr. Redemt. Sacram n. 71). No está previsto un canto que acompañe el saludo de la paz. El canto del Cordero de Dios no acompaña la paz, sino la fracción del pan, que se hace posteriormente.

El sacerdote puede dar la paz a los concelebrantes y a los ministros. Primero se la da a los concelebrantes (si los hay), luego al diácono, (si lo hay) y finalmente a los ministros (IGMR 239). Los concelebrantes pueden darse la paz entre ellos. Al dar la paz, el sacerdote debe de permanecer siempre dentro del presbiterio (IGMR 154).

La forma de dar la paz la determina la Conferencia Episcopal atendiendo a la idiosincrasia y las costumbres de los pueblos (IGMR 82 y 390). Puede ser un apretón de manos, un abrazo o un beso, por ejemplo. No hay que darles la paz a todos, sino sólo a los más cercanos (IGMR 82). Al dar la paz se puede decir “La paz del Señor esté siempre contigo”, a lo cual se responde “Amén” (IGMR 154).

3. Fracción del pan

Cada uno de los gestos que realizó Jesús en la Última Cena tiene un momento en la Misa. Tomó el pan, en el ofertorio; dio gracias en la Plegaria Eucarística; lo partió, en la fracción del pan; y lo dio a sus discípulos, en la comunión. Es, por tanto, terminado el rito de la paz en donde el sacerdote parte el pan eucarístico, que es un gesto que en el tiempo apostólico designó a toda la acción eucarística, significa que los fieles siendo muchos, en la Comunión de un solo Pan de vida.

La fracción del pan debe de empezar después de que todos se hayan dado la paz. La realiza el sacerdote, y lo puede ayudar un diácono o los concelebrantes (IGMR 83 y 240, y CE 162).

El sacerdote o el diácono descubre el cáliz. Los manuales recomiendan tomar la palia con la mano derecha, y apoyar la izquierda sobre el pie del cáliz, para evitar que por un descuido pueda tirarse el vaso sagrado.

El sacerdote parte el pan. El misal no indica cómo, pero la forma tradicional es partirla por la mitad. De hecho, las hostias tienen una marca en el centro para este gesto. Puede hacer tres dobleces: uno en la parte superior, uno en el centro y uno en la parte inferior. Luego, parte el borde de uno de los dos fragmentos. Las hostias suelen tenerlo marcado. 

La parte más pequeña del pan la introduce en el cáliz para significar la unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra de la redención. A esto se le llama “inmixtión”. Mientras deja caer esta partícula, el sacerdote dice en secreto: “El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo unidos en este cáliz...” (IGMR 155).

Si le quedaron fragmentos de la Hostia adheridos a los dedos después de la fracción o la inmixtión, el sacerdote frota los dedos sobre la patena (no sobre el cáliz) para limpiarlos (IGMR 237)

Mientras el sacerdote hace la fracción del pan, el pueblo canta la súplica Cordero de Dios. No es necesario que la inicie el sacerdote. Puede ser cantada por los cantores, o por el cantor seguido de la respuesta del pueblo el pueblo, o por lo menos se dice en voz alta (IGMR 83 y 155). La invocación debe de acompañar toda la fracción del pan, por lo que puede repetirse tantas veces sea necesario, hasta que termine el rito. La última vez concluye con las palabras “danos la paz” (IGMR 83).

Cuando concluye el Cordero de Dios y la fracción del pan, el sacerdote dice en secreto la oración para la comunión. El misal prevé dos opciones de esta oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo…”, o “Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre…” (IGMR 156). En las concelebraciones, estas oraciones sólo las dice el celebrante principal (IGMR 241)

Terminada esta oración, en las Misas concelebradas, se puede proceder de dos formas:

La primera es que el celebrante principal haga una genuflexión y se retira un poco. Entonces, los concelebrantes se acercan uno tras otro al centro del altar, hacen genuflexión y tomen del altar el Cuerpo de Cristo con la mano derecha y poniendo la izquierda por debajo, tras lo cual regresan a sus lugares (IGMR 242). Cuando el obispo celebra, los concelebrantes reciben del obispo el Cuerpo de Cristo en vez de tomarlo del altar (CE 163).

La segunda es que los concelebrantes permanezcan en sus lugares y, ahí reciben el Cuerpo de Cristo de una patena que un concelebrante les pasa o que se pasan de uno en uno (IGMR 242)

Cuando hay muchos concelebrantes es válido que sólo los que se acercaron al altar al inicio del Prefacio tomen una Hostia en este momento.

Cuando concluye la oración antes de la comunión (o cuando los concelebrantes tomaron el Cuerpo de Cristo, si se trata de una concelebración), el sacerdote hace genuflexión, toma la Hostia. El misal no indica cómo se toman las partes de la Sagrada Forma: pueden tomarse formando el círculo o superpuestas. Hay manuales que indican que es mejor que sean superpuestas, para que se vea que el pan fue partido. El sacerdote eleva la Hostia sobre la patena o sobre el cáliz. Si la Misa no se celebra de cara al pueblo, el sacerdote se gira para mostrar la Forma. Mientras lo muestra dice “Éste es el Cordero de Dios…”. Y luego, junto con el pueblo, agrega “Señor, no soy digno…” (IGMR 157)

4. Comunión

La acción final de las cuatro que realizó Jesús en la Última Cena es dar el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Sagrada Comunión.  

a) La comunión del sacerdote

El primero en comulgar es el sacerdote. Para ello toma sólo uno de los fragmentos de la Hostia, pues es recomendable que la otra parte la de a los fieles. Dice en secreto “El cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna”, y come reverentemente el Cuerpo de Cristo (IGMR 158). Mientras lo consume, puede unir las manos.

Si le quedaron fragmentos de la Hostia adheridos a los dedos, el sacerdote frota los dedos sobre la patena (no sobre el cáliz) para limpiarlos (IGMR 237)

Después toma el cáliz, dice en secreto “La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna”, y bebe reverentemente la Sangre de Cristo (IGMR 158). Para hacer esto se recomienda que el sacerdote tome el purificador con la mano derecha, se lo pase a la izquierda y tome el cáliz con la mano derecha; tras ello diga “La Sangre…” y manteniendo el purificador debajo de la barbilla consuma la Sangre del Señor. Esto es para evitar que pueda derramarse alguna gota de la Sangre sobre los ornamentos o sobre el altar. Luego, pone el cáliz en el corporal, pasa el purificador a la mano derecha, y limpia el borde del cáliz por donde bebió.

b) El canto de comunión

Mientras el sacerdote sume la Sangre de Cristo inicia el canto de Comunión (IGMR 86 y 159). Este canto puede ser la antífona del Gradual Romano (con su salmo o sin él), o la antífona con el salmo del Graduale Simplex. También puede ser algún otro canto adecuado aprobado por la Conferencia de los Obispos. Lo canta el coro solo, o el coro con el pueblo, o un cantor con el pueblo (IGMR 87), y debe prolongarse mientras se distribuye el Sacramento a los fieles (IGMR 86).

Cuando no hay canto, se puede decir la antífona de la comunión. La dicen todos loso fieles, o un lector, o en última instancia, el mismo sacerdote, después de haber comulgado, antes de distribuir la Comunión (IGMR 87).

c) La comunión de los concelebrantes

Los concelebrantes están obligados a comulgar hostias y el vino consagrados en la Misa que se está celebrando.

Una primera forma es que cada uno comulgue en el altar el Cuerpo e inmediatamente después la Sangre del Señor. Para ello, comulgan primero el Cuerpo de Cristo, con la hostia que tomaron en la fracción del pan, o que luego toman. Luego, cada bebe directamente del cáliz, después de que el celebrante principal ha comulgado. Se acercan uno tras otro (o de dos en dos, si hay más de un cáliz), hacen genuflexión, beben la Sangre, limpian el borde del cáliz con un purificador y vuelven a sus asientos. También puede ser que, después de que el celebrante principal comulgó, un diácono o un concelebrante les lleve el cáliz hasta sus lugares, donde beben un poco. En este caso, el que bebe o quien presenta el cáliz limpia el borde con el purificador después de que cada uno comulgó. (IGMR n. 246-248).

Una segunda forma es comulgar por intinción. En este caso, después que comulga el celebrante principal, se coloca el cáliz en el centro del altar junto con las Hostias. Los concelebrantes, uno tras otro, se acercan al altar, hacen genuflexión, toman una forma, la mojan en parte en el cáliz y, poniendo el purificador debajo de la boca, comen la partícula mojada y, en seguida, se retiran a sus sitios (IGMR n. 249). También puede ser que, después de que el celebrante principal comulgó, un diácono o un concelebrante les lleve las hostias y cáliz hasta sus lugares, donde mojan la hostia en el cáliz y después comen la hostia mojada (IGMR 246).

Después de comulgar, los concelebrantes pueden ayudar a dar la comunión a los fieles. Si no lo hacen, vuelven a sus asientos. Los sacerdotes concelebrantes, si dieron la comunión, llevan las hostias consagradas que quedaron al sagrario (IGMR 163), y tras purificarse los dedos sobre frotándolos sobre el copón, o bien, lavándolos (IGMR 278) y luego se dirigen a sus asientos.

d) La comunión de los diáconos y de los fieles

Después de que comulgó el sacerdote, él mismo les da la comunión a los diáconos bajo las dos especies, si los hay (IGMR 182), con alguno de los métodos que más adelante se explicarán. A diferencia de los concelebrantes, los diáconos no pueden tomar por sí el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino que deben de recibirla del sacerdote. Luego, el sacerdote les da la comunión a los fieles. Si no hay diácono, se las da después de que él comulgó.

Es conveniente que los fieles comulguen las hostias consagradas en esa misma Misa como signo de que participan en el sacrificio que entonces se está celebrando (IGMR 85). Sin embargo, pueden también comulgar hostias consagradas en otra Misa y reservadas en el sagrario.

El sacerdote toma la patena o el copón y se acerca a los quienes van a comulgar que, ordinariamente, se acercan procesionalmente (IGMR 160). Los fieles no pueden tomar por sí mismos el pan consagrado ni pasarlo de mano en manos entre ellos (Ídem). Se los debe de dar el sacerdote, el diácono o el ministro extraordinario.

El efecto, el al sacerdote lo pueden ayudar a dar la comunión a los fieles los concelebrantes, los diáconos u otros presbíteros presentes que no estén concelebrando. Si el número de comulgantes es muy grande, el sacerdote puede llamar a ministros extraordinarios, es decir, acólitos ritualmente instituidos o también otros fieles que hayan sido ritualmente delegados para esto. Y en caso de necesidad, puede designar fieles idóneos sólo para esta ocasión (IGMR 162 y 182). Estos ministros se acercan al altar sólo después de que el sacerdote comulgó. Y deben recibir de la mano del sacerdote el capón (ídem).

Los fieles comulgan de pie o de rodillas, según lo determine la Conferencia Episcopal. Si lo hace de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan una debida reverencia (IGMR 160).

Para dar la comunión de la especie del pan, el ministro (ordinario o extraordinario), toma una hostia, la eleva un poco para mostrarla al comulgante y dice “El Cuerpo de Cristo”. El que comulga responde “Amén”, y recibe el Sacramento, en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano (IGMR 161). El comulgante debe consumir inmediatamente la forma.

Para dar la comunión en la boca, se suele aconsejar que después de mostrar el Cuerpo de Cristo al comulgante, quien da la comunión vuelva la palma de la mano hacia abajo, pues de este modo es más fácil no tocar la lengua del comulgante.

La IGMR (n 118) prevé y la Instrucción Redemptionis Sacramentum (n. 93) recalca que un acólito sostenga la bandeja de la comunión mientras se les da la comunión a los fieles. El acólito generalmente se sitúa a la derecha del ministro de la comunión. Si se sitúa a la siniestra el acólito, conviene que sostenga la bandeja con la mano izquierda para que sea más natural su movimiento acompañando la Forma.

A los fieles laicos también se les pude distribuir la comunión bajo las dos especies, recordándoles que también bajo una sola de las dos especies se recibe a Cristo todo e íntegro y el verdadero Sacramento (IGMR n. 282). Esto puede hacerse en los días que indican los libros rituales, dejando a salvo la facultad que tiene el obispo para establecer normas acerca de la Comunión bajo las dos especies en su diócesis (IGMR n. 283).

La comunión bajo la especie del vino a los diáconos que participan en la Misa, de los sacerdotes que no concelebran, y de los laicos puede hacer dándoles a beber el cáliz o por intinción.

En ambos casos, el sacerdote toma el copón o la patena, mientras que el cáliz lo toma el diácono y, en su ausencia, otro presbítero o un acólito o un ministro extraordinario o un fiel a quien se le constituye para este ministerio para esa ocasión (IGMR n. 284).

Si la Comunión de la Sangre del Señor se hace bebiendo del cáliz, quien va a comulgar, después de haber recibido el Cuerpo de Cristo, va frente al ministro del cáliz y permanece de pie ante él. El ministro le dice: “La Sangre de Cristo”, a lo que le responde “Amén”. Luego, el ministro le entrega el cáliz, para que lo lleve a la boca el mismo que va a comulgar, con sus manos. El que va a comulgar bebe un poco del cáliz, lo devuelve al ministro y se retira. Luego, el ministro limpia el borde del cáliz con el purificador. (IGMR n. 286)

Si la Comunión del cáliz se hace por intinción, el ministro del cáliz se para junto al sacerdote. El sacerdote toma una Hostia, y moja una parte en el cáliz. No hace falta empapar toda la forma; basta con que se introduzca un tercio. Luego, el sacerdote muestra la Hostia diciendo “El Cuerpo y la Sangre de Cristo”. Quien va a comulgar responde “Amén”. Recibe del sacerdote el Sacramento en la boca, y en seguida se retira. (IGMR n. 287). 

5. Purificaciones

Cuando el obispo celebra, al terminar de dar la comunión, le entrega el copón a un ministro y se dirige a la cátedra. Ahí se acercan los acólitos con la jofaina, el aguamanil y el manutergio, para que el obispo se purifique los dedos. Luego, se sienta y recibe el solideo. Se lo coloca uno de los diáconos que lo asiste (CE 166). En las misas papales, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas es quien se lo coloca.

Terminada la distribución de la Comunión el sacerdote o el diácono bebe íntegramente en el altar, el vino consagrado que quizás haya quedado (IGMR 163 y 182). Las hostias consagradas que quedaron o las consume en el altar o las lleva al sagrario (IGMR 163).

Luego, el sacerdote o el diacono recoge las partículas de Sagradas Formas que hayan podido quedar en la bandeja de la comunión, en la patena y en el copón (IGMR 163) echándolas sobre el cáliz. Los fragmentos se retiran pasando el purificador suavemente, teniendo cuidado de no rayar el vaso sagrado. El sacerdote o el diácono puede pasar la patena de canto suavemente, dos o tres veces, sobre los corporales, por si hubiera quedado alguna partícula (IGMR, n. 278). El acólito lleva a la credencia los objetos purificados.

Después, el sacerdote, el diácono o un acólito instituido purifica el cáliz. Esto lo puede hacer en el extremo derecho del altar (fuera del corporal) o en la credencia. Si son muchos vasos sagrados, los puede llevar a la credencia, y dejarlos sobre el corporal, cubiertos, y hacer la purificación después de la Misa (IGMR 163). Si se hace en el altar, el acólito acerca las vinajeras.

La purificación del cáliz se hace con agua o con agua y vino (IGMR 279). Si se hace con agua y vino, primero un acólito vierte vino en una cantidad similar a la empleada para la Consagración. Luego, quien purifica mueve suavemente el cáliz para mojar toda la pared de la copa que haya podido ser tocada por la Sangre de Cristo. Al final bebe el vino (Ídem)

Si se hace solo con agua (o después de haber hecho la purificación con el vino) el acólito vierte agua en el cáliz en una cantidad similar a la empleada para la Consagración. Luego, quien purifica mueve suavemente el cáliz para mojar toda la pared de la copa que haya podido ser tocada por la Sangre de Cristo. Al final bebe el agua (IGMR 279). Mientras tanto, dice e secreto “Haz, Señor, que recibamos”(IGMR 163).

El sacerdote o el diácono que dio la comunión, mientras el acólito vierte el agua puede colocar sus dedos índices y pulgares sobre el cáliz, para que se mojen con el agua y así purificarlos (IGMR 278). Después de que el acólito vertió el agua, conviene que sacuda ligeramente los dedos sobre la copa del cáliz, para evitar que caigan gotas sobre los manteles. Luego, los seca con el purificador.

Una vez que se bebió el agua, hay que secar el cáliz con el purificador (IGMR 163). Los manuales recomiendan proceder de este modo: sin apoyar el cáliz sobre el altar, se puede secar el fondo de la copa con la mano derecha, con un extremo del purificador, sosteniéndolo con el pulgar por la parte de fuera y con los demás dedos por dentro; después, con esa parte humedecida, se limpian los bordes del cáliz, haciéndolo girar suavemente en sentido contrario al de las agujas del reloj. Es en este sentido para no aflojar el tornillo que soporta la copa. Por último, se seca el resto del cáliz. Hay que poner atención para quitar bien las huellas de labios. Todos los movimientos hay que hacerlos sin presionar mucho, para no rayar el cáliz.

Una vez que está seco, hay que arreglarlo como estaba al principio de la Misa (IGMR 183). Luego, si el cáliz fue purificado en el altar, el acólito lo lleva a la credencia (IGMR 163).

Si las purificaciones las realizó el sacerdote, al terminarlas, regresa a la sede (IGMR 164) Si las hizo el diácono o un acólito instituido, vuelve a su lugar también.

6. Acción de gracias

Desde que se termina de distribuir la Comunión, mientras se hacen las purificaciones, en su caso, y unos momentos después, en los que el celebrante está sentado en la sede, se guardan unos momentos de silencio para orar, o bien se puede cantar un salmo u otro canto de alabanza o un himno (IGMR 88). Los fieles permanecen sentados en esos momentos (IGMR 43).

7. Oración después de la comunión

Después de esos instantes, el sacerdote se pone de pie, y todos con él, para decir la oración despúes de la Comunión, con la que termina la súplica del pueblo de Dios, pidiendo los frutos del misterio celebrado.

El sacerdote en la sede o en el altar, se de cara al pueblo, con las manos juntas, dice “Oremos”. Si se guardó el momento de silencio, inmediatamente, con las manos extendidas dice la oración después de la Comunión (IGMR 165). Si no hubo un momento de silencio, tras el “Oremos” se hace una pausa y luego se dice la oración despúes de la Comunión. Esta oración termina con la conclusión breve (IGMR 89). Al final, el pueblo aclama: “Amen”. ((IGMR 165).